“Tú verás que los males de los hombres son fruto de su elección; y que la fuente del bien la buscan lejos, cuando la llevan dentro de su corazón.”
Pitágoras de Samos (582 AC-497 AC), Filósofo y matemático griego
Allá por el año 76 en Gerona, con una estufa de leña en medio de la clase, comenzaba una vida laboral que sólo es una página más en este libro de maestros. Han pasado cuatro décadas y en la última clase que disfruté en Navalmoral de la Mata ya había calefacción central y pizarra digital. Puedo decir con una alegría de sobresaliente que esta etapa se ha ido como un soplo, sin tener sensación de cansancio ni deseo de salir del aula corriendo.
Para mí ha sido un taller al que cada día llevaba la ilusión de cumplir nuevas metas e incluso superarlas, con la colaboración directa de alumnos y padres. Por supuesto que también ha habido una minoría que te hacía el camino un poco más espeso y lento. Ésa es la otra cara que sirve como fondo de contraste a las buenas sensaciones y las realza.
Siempre he tenido claro lo que esta profesión tiene entre manos: el desarrollo de las capacidades y buenos hábitos de niños, adolescentes y también de nosotros mismos, los maestros. Algo tan importante para la vida como el aire que inhalamos y luego exhalamos, por recordar algo de Ciencias Naturales.
En todo momento me he sentido querida y valorada por toda la comunidad educativa en todos los centros en los que he trabajado.
A la vez, he estado comprometida con todas las personas al cien por cien de mis posibilidades pese a que haya habido momentos en los que era muy complejo hacerlo por motivos ajenos al trabajo y que paradójicamente sin el trabajo habría sido más difícil superarlos. Donde menos lo esperas surge una rutina agradable para volver a enseñar con más fuerza y más experiencia.
Tenemos un gran privilegio lleno de responsabilidad: ser los primeros adultos distintos de la familia en los que un niño se puede mirar y sentir lo que es una sociedad más allá de la tribu de sus amigos. Poco a poco, como se siembra, dejamos caer expresiones, actitudes, sonrisas, miradas y conocimientos que permanecerán en ellos aún cuando no lo sepan.
Al final del camino he recogido muchas muestras de cariño y agradecimiento, una gran cosecha. Ése es el mayor regalo que he tenido de jubilación. También estoy rodeada de grandes profesionales en los que percibo una gran educación, y son ex-alumnos, a los que ahora llamo y me devuelven un gran trabajo. Algo muy grande que nunca imaginé y ahora agradezco.
Comentario de texto: SI MAÑANA EMPEZARA, VOLVERÍA A SER MAESTRA.