“La mayor parte de los hombres tiene una capacidad intelectual muy superior al ejercicio que hacen de ella.”
José Ortega y Gasset (1883-1955) Filósofo y escritor español
De la tiza a la pizarra digital
He tenido la suerte de que durante más de 40 años mi trabajo se produjera en la misma localidad, La Garrovilla, lo que me ha permitido ser una observadora privilegiada de mi entorno y de la influencia de la escuela en él.
Empezaré por hacer un “guiño” a esos sábados por la mañana en que la clase terminaba con un rosario o llevando a los alumnos/as a misa. Muchos/as también recordaremos:
El frío y el calor que se pasaba al dar clase como en los secaderos de tabaco.
Cuando los días de lluvia antes de entrar recogíamos el agua que inundaba el suelo con una fregona que llevábamos de casa.
Una sola bombilla como iluminación en las naves.
Los recreos en las eras y en las calles.
La expresión en los ojos de nuestros alumnos/as cuando en alguna excursión veían por primera vez el mar.
Una pizarra, un mapa, pupitres de dos personas, tintero, pluma y…
¡A trabajar!
Ya en casa para preparar las clases (sin ni siquiera una biblioteca en la que poder consultar) y siendo consciente de todas las lagunas que había dejado nuestra formación, comprabas un diccionario enciclopédico que pagabas a letras durante años.
El paso de la dictadura a la democracia y el desarrollo de las libertades que se legislaron, calaron en nuestra sociedad de la mano de unos maestros y maestras “todo terreno”, una sola persona hacia la función de; tutor, profesor de música, educación física, inglés, trabajador social, orientador, animador socio cultural, bibliotecario, coordinador de escuela de padres… todo ello “sin horas libres”, estuvieras en el equipo directivo o no.
Vimos nacer nuestra autonomía, nos aprendimos la bandera y el himno, la conocimos y empezamos a quererla a la vez que nuestros alumnos/a.
La llegada de la escolarización universal y gratuita hasta los 14 años fue un gran avance, (nos permitía tener a todos los niños más tiempo) la lucha contra el absentismo principalmente de minorías étnicas y de mujeres, fue una labor constante de cada tutor trabajando con las familias (muchas veces llamando puerta a puerta), poniendo en valor la importancia de la educación y ayudando a romper estereotipos.
Me alegro de haber vivido y sentirme participe del cambio que supuso la integración, que ha dado visibilidad a estos alumnos/as, (normalmente recluidos en sus casas) que vinieron a dar alegría y color a los colegios, y de los que todos/as profesores/as, padres/madres, alumnos/as aprendemos, permitiendo nuestro enriquecimiento.
Para terminar, quiero expresar que creo en una escuela dinamizadora de la sociedad que impulse a la comunidad educativa paso a paso, empezando por conseguir niños felices que crezcan de la mano de profesionales que necesitan estar perfectamente formados, dotándolos de los necesarios avances tecnológicos.
Los docentes tienen que estar respaldados por toda la sociedad que debe respetarlos y valorarlos.
Mª Carmen Moscatel