“He ofendido a Dios y a la humanidad porque mi trabajo no tuvo la calidad que debía haber tenido.”
Leonardo Da Vinci (1452-1519) Pintor, escultor e inventor italiano
Adiós
NO VOLVERÉ A SER JOVEN
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde:
como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
—envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
Jaime Gil de Biedma: Poemas póstumos. 1968.
Colegas:
Ya no oiré más los gritos y las risas en los pasillos, tampoco los llantos ya tan antiguos. Y, como dijo el poeta, ya no me volveré a ver rodeado de chicos, de chicos torpes y listos, y dóciles y ariscos. Ya nos le hablaré más de versos y de hemistiquios, y del Dante, y de Shakespeare, y de Moratín (hijo), y de pluscuamperfectos y de participios, y de Cervantes y de Cervantes y siempre de Cervantes. Ya nunca más los alumnos, especialmente los de artes, que tienen la cabeza llena de pájaros y que les permitirán, ya lo veréis, volar cuando haya que hacerlo.
Se acabaron las letras difíciles y las faltas fáciles. Se terminó el correr de clase en clase, de edificio en edificio. Se acabó mirar por la ventana mientras hacen un examen, se acabó buscar en sus almas una palabra, un gesto. Se acabaron los comentarios de texto y las subordinadas adjetivas. Se acabaron las clases magistrales y las presentaciones Power point. Adiós a Classroom y a Rayuela, adiós a los libros en red y a las páginas tecleadas, adiós a las pantallas, y los libros arañados por el tiempo.
Se terminaron los ejercicios de léxico y las lecturas en clase. Se terminó la vida como río, y el llanto de Pleberio, y llegó la vejez de Celestina y se apagó la loca juventud de Melibea. Se acabó lo de que “y el que lo probó, lo sabe”. Se acabaron los quijotes y los sanchos, los lázaros cornudos y las mujeres bravas, lo de “por competir con tu cabello” y los versos profanos, la lírica de postguerra y Doña Rosita la soltera. Se terminó el español de América y el lenguaje periodístico. Se acabó lo que se daba.
Se acabó, porque esto ya terminó: y está bien que así sea porque yo lo he querido. Me voy muy contento. A casa, a descansar, a cuidarme, a cuidar también, a vivir otras cosas, seguro que muy sencillas, que estaba deseando. A leer despacio. Me voy a vivir no muy deprisa. A pararme a mirar por la ventana, a sentarme en el banco de la calle si me gusta la calle.
He dedicado toda mi vida, desde los veinticuatro años a esta edad provecta, a la enseñanza. Al principio no me gustaba (no me gustaba nada nada), pero pronto se convirtió en la pasión de mi vida. Y cada clase, buena o mala, la he hecho con toda la pasión del mundo, dándolo todo, estudiando todos los días mucho para poder enseñar luego poco; implicándome en mil proyectos de innovación, poniendo encima de la mesa, en los papeles, en las reuniones, mi visión, siempre, creo, con intención de aportar.
Trabajando así estoy contento por haberme ganado el cariño de unos pocos, y el desagrado de demasiados. Yo también “me arrepiento .de los palos que no me han dado”. Contento por el reconocimiento de los que estuvieron siempre cerca de mi, satisfecho de que otros envidiaran (“zapatos color corinto, medallones de marfil, y este cutis amasado con aceituna y jazmín”) lo que sólo era fruto del trabajo y la reflexión. Tuve siempre lo que merecí.
Me voy feliz, sabiendo que muchas caras y nombres, las vuestras seguro, estarán en mi mente muchas veces, y que más de un día me cambiaría por los que tenéis el gozo de poder seguir entrando en el aula. Gracias por tanto y por todo.
En los institutos me he dejado la piel, me han salido canas, he dejado el alma, no en los pasillos, que siempre quise dejarla en el aula. Estará, así lo quiero, en algún rincón de alguna clase de los muchos sitios por los que he pasado (San Javier, Parla, Almendralejo, Mérida, Azuaga, Badajoz, otra vez Mérida, Montáchez y Cáceres). Ojalá si alguna vez me tuvierais que buscar, me encontrarais allí.
Siempre he hecho mi trabajo lo mejor que he podido: mejor de lo que nos dejaban, y peor de lo que hacía falta. No me voy cansado, pero quiero descansar.
Y como escribiera Cervantes al conde de Lemos en la dedicatoria que inicia Los trabajos de Persiles y Sigismunda, quiero despedirme también de todos vosostros, y posiblemente de casi todo lo escolar: “el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir”.
Llega la hora, gozosa, de la jubilación y junto a la alegría inmensa por haber llegado a esta edad y tener algunas ganas de otras cosas, no me queda más remedio que deciros que también siento angustia y tristeza.
Me llevo muchas experiencias; muy buenas, tantísimas; algunas pocas, malas. Todas ellas son imborrables: escritas en pizarras negras, y luego verdes y ahora blancas. Me llevo algunas lágrimas, muchas risas, tantas complicidades. A tosos doy las gracias, por haber sido compañeros.
Salutem plurimam.