“Las raíces de la educación son amargas, pero sus frutos son dulces”
Aristóteles
Llegado el momento de la jubilación, echamos la vista atrás y comparamos las primeras aulas en las que trabajamos, con muchos alumnos, frías y con pocos medios; con las actuales, “cálidas” y equipadas con la más moderna tecnología, prácticamente vacías.
Por momentos añoro aquellos comienzos, en escuelas unitarias o multinivel, en las que viví experiencias inolvidables con todos y cada uno de los alumnos/as que he tenido la suerte de conocer y contribuir a su formación a lo largo de los 35 años de docencia.
Recuerdo con cariño los nervios de los alumnos/as ente los temidos exámenes, las “peloteras” que formábamos en los recreos en los partidos de fútbol en el campo de tierra, la sana convivencia en los desplazamientos de la Semana de Extremadura y las excursiones de varios días a la playa, acompañados de medio pueblo; es imposible resumir tantos y tantos recuerdos en unas líneas.
Pero llegado este momento veo con satisfacción que mi esfuerzo y trabajo no ha sido en vano; y que de alguna forma ha contribuido a que los alumnos/as que he conocido hayan sido capaces de labrarse un futuro y crear familias responsables.
Gracias a todos los alumnos por haber dado sentido a mi vida profesional y a los compañeros y compañeras con los que he compartido la labor de la enseñanza por su apoyo y comprensión.
Los últimos años de mi labor docente han cambiado tanto y tan deprisa que me lleva a hacer la siguiente reflexión:
¿Qué estamos haciendo? Hoy en día las altas esferas políticas nos anuncian, grandes pactos en Educación y cuando llega el momento de aprobar unas directrices comunes, o lo propuesto no se parece a las intenciones o cada cual sólo piensa en sus ideas. ¿Cuándo la Educación va a pasar de ser un asunto del “gobierno de turno” a un asunto de Estado?
En la escuela más de lo mismo: aulas llenas de cachivaches tecnológicos (están bien, son el futuro, …) pero primero convenza, prepare, incentive a los enseñantes… para que estas herramientas no sean un despilfarro más de la administración para quedar bien. Y el profesorado mientras tanto más o menos acomodado, observando como los alumnos cada vez trabajan menos, saben menos, pero aprueban más. Los alumnos se acomodan “al mínimo esfuerzo” y los padres delegan en la escuela, sin importarles que, en el futuro, cada vez más difícil, tendrá éxito el que se esfuerce y sea capaz de mejorar en su ámbito, eso sí, que los tiempos de ocio no se los trastorne ni siquiera sus hijos.
Solo me queda desear lo mejor a la comunidad educativa para que sea capaz de reconducir esta situación de la que ya no participaré de manera directa.
Félix Jaén Martín.