“Si el conocimiento puede crear problemas, no es con la ignorancia con lo que podremos resolverlos”
Isaac Asimov
Nace en mí una ilusión ya desde pequeña; un respeto y admiración por los que fueron mis maestros.
Y sí, en la facultad de educación acabé y comencé a trabajar a una edad muy temprana. Fue un orgullo para mis padres y mi ilusión echa realidad. Encontré mi lugar en la vida, mi territorio. No todos tenemos la suerte de ser felices en su trabajo.
Para mí, ser educadora ha sido excelente. Encontré mi lugar con los alumnos y también con mis compañeros. Enseñar y ver el progreso de un niño, saber que ha aprendido gracias a tí, es una satisfacción indescriptible. Ver en la mirada de un niño el cariño que te tiene, educarle no solo en conocimientos, si no en valores, es decir, saber que le estas enseñando para la vida.
Yo particularmente soy de P.T. y aunque el progreso que vemos en los alumnos es menor, aprendemos a valorar los pequeños pasos, a variar mucho de actividades, a enseñar con juegos, y mientras, cada vez los vas queriendo mas.
Sobre mi historia, estudié en la primera promoción de P.T., y al acabar me preparé y me presenté a las oposiciones. Comencé a estudiar psicopedagogía y al poco me llamarón ya para trabajar.
Aunque no fui por mucho tiempo interina, pasé por varios colegios en Extremadura. Una experiencia distinta muy satisfactoria fue ser tutora de un primero en Valverde de Leganés. Los niños y los padres valoran más al tutor que a los especialistas.
Aprobé las oposiciones en Andalucia. Un gran año para mí y todos los míos. Estuve allí 10 años, 2 años en Sevilla y 10 en Lebrija, donde creí quedarme a vivir. Pero el destino me trajo de nuevo a Extremadura con destino en Ribera del Fresno. El cambio fue muy difícil para mí, pero con el tiempo me acostumbré y encontré también mi lugar.
Una de las experiencias mas difíciles de mi carrera fue trabajar en un aula específica dentro de un centro ordinario en Sevilla, aula que fue creada para tres hermanos trillizos. Unos padres jóvenes y encantadores con tres niños autistas. Creo que esta es la peor parte de dicha especialidad, ver la crudeza de la vida, plasmada en la inocencia de los niños. Otra experiencia ha sido trabajar con niños de diferentes lugares y cultura.
Sobre los 36 años empezó a atacarme una enfermedad muy dolorosa que acabó inhabilitándome los brazos y más adelante las piernas. La gran ilusión que tenia por ir al colegio hizo que asistiera algunas temporadas con muchas limitaciones. Gracias a la ayuda de los compañeros y niños que me adaptaron la clase y al propio colegio que me habilitó la biblioteca para poder dar las clases sin subir escaleras. 2 años más tardes era imposible asistir al colegio y hace 2 años me jubilaron. Para mí fue un jarro de agua fría, tan joven y con la pasión que tienes por la enseñanza. Pensar que nunca vas a volver al colegio, que nunca vas a volver a enseñar.
La jubilación es una meta preciosa para las personas que han realizado su labor durante muchos años, tienen más tiempo para su familia y para realizar aficiones, para mí en cambio fue una fecha muy triste, la enfermedad me quitó mi gran ilusión e impidió seguir con una vida normal.
Le quiero agradecer a la vida la oportunidad de haberme dedicado 18 años a la profesión más hermosa, al menos para mí: a la enseñanza. Una enseñanza mutua porque yo también me he enriquecido aprendiendo de mis compañeros y alumnos.
He pertenecido a un gremio donde reina el compañerismo. Lo añoro mucho, pero siempre vivirán en mí recuerdos y en mi corazón sentimientos vividos. Agradezco a los que de verdad han sido compañeros y a los niños que tan felices me han hecho. Estoy orgullosa de haber sido maestra, sí maestra una palabra tan sencilla y tan grande a la vez
Doy fin a un escrito hecho con cariño y con el corazón.