“Cuando todos los días resultan iguales es porque el hombre ha dejado de percibir las cosas buenas que surgen en su vida cada vez que el sol cruza el cielo.”
Paulo Coelho (1947) Escritor brasileño
Es muy fácil para mí reducir en poco más de un folio mis cuarenta y seis años dedicados a la docencia. Es muy fácil porque desde los diecisiete años supe que era la vida que me apetecía y a la que intentaría llegar. El motivo fueron dos excelentes profesores de Literatura que con su entusiasmo y dedicación me hicieron esperar con gusto sus clases y me empujaron a leer no sólo los libros de aventuras con los que llevaba ya mucho tiempo empeñado, sino a ir conociendo y gustando a los clásicos. Era tal el celo de mis maestros que no lo dudé. Y así me matriculé en Filosofía y Letras y a partir del tercer curso comencé los tres años de la sección de Filología Románica. Sección Hispánica.
Empecé mi función como Profesor contratado en Coria el curso 1965-1970. En 1974 obtuve por oposición la plaza de Profesor Agregado con destino, de nuevo en Coria. En los cursos 1975-1976 y 1976-1977 estuve en Comisión de Servicios como Director del Instituto de Arroyo de la Luz del que fui el primer Director pues se acababa de convertir en Instituto. En 1977-1978 pasé al Instituto El Brocense de Cáceres en el cual accedí a la Cátedra y del que no me he movido hasta mi jubilación.
Experiencias y novedades en mis años las he realizado siempre dentro del Centro, principalmente en los estudios de Educación a Distancia. Otras experiencias fueron en mi primer año la preparación y presentación de una obra de teatro de Miguel Mihura cuyo título creo recordar (aunque han pasado tantos años que no estoy seguro) “El caso de una señora estupenda”. Más adelante, organicé un grupo de COU de aficionados a la escritura con las reuniones los sábados por la mañana y una tarde se emitía por la Cadena de Radio del Instituto.
Anécdotas cientos o miles. Unas simpáticas y divertidas, como las que he comentada como experiencias; otras menos gratas como algunas sanciones (estoy hablando de otra época, obviamente). A este respecto quiero reseñar la única expulsión de clase de un alumno de COU que adoptó una actitud grosera y ofensiva. Lo encontré por la calle a los dos o tres años y cuando pensaba que ni me saludaría, se me acercó con una gran sonrisa y me dijo, entre otras cosas, “qué bien hizo en expulsarme, don Juan, que es que yo era un impresentable” (o algo por el estilo). Pero, a pesar de esta última anécdota, fueron muchas más las anécdotas graciosas y divertidas: cumpleaños de alumnos, festividades con pruebas deportivas, partidos de fútbol entre profesores y alumnos…
Termino diciendo que mis recuerdos son más que buenos: buenísimos. Y mi última reflexión es que me siento orgulloso de haber sido profesor y volvería a serlo cuantas veces volviera a vivir. Y que ha sido una satisfacción si he podido ayudar a los jóvenes a madurar, al tiempo que yo mismo he madurado.