“Si me ofreciesen la sabiduría con la condición de guardarla para mí sin comunicarla a nadie, no la querría.”
Séneca (4 a. C. - 65) Filósofo y político romano
Mi padre me decía que “Hasta lo malo se acaba” y no le faltaba razón. Pero lo que se acaba pronto es lo bueno, al menos, se nos hace más corto.
Para un privilegiado como el que escribe estas líneas que ha estado tantos años haciendo lo que ya le gustaba cuando tenía seis, el tiempo se ha pasado en un suspiro.
Dice el tango que veinte años no es nada. Yo lo amplio y afirmo que cuarenta, si haces lo que te gusta, tampoco. Por consiguiente, no estoy de acuerdo con Baltasar Gracián “Lo bueno si dura, dos y hasta tres veces bueno”.
Pero los años pasan, aunque los que realmente pasamos somos nosotros,y llega ese día, sesenta años y toca irse.
A mí me gustaría dejarle la plaza a alguno de mis dos hijos que han decidido seguir mis pasos, vocación no les falta y preparación tampoco, pero como no somos el Rey, tendrán que sacarla como hice yo.
Al menos al marcharme dejo un hueco para que ese maestro joven pueda encontrar la posibilidad de trabajar con la misma ilusión que tenía cuando llegué hace tantos y tantos años y que seguía teniendo cuando me he marchado.
Por supuesto que no todo ha sido un camino de rosas, claro que no, como es normal en la propia vida, siempre ha habido algún problema. Cuando eres Maestro y estás con “tus niños”, lo primero son ellos, luego vendrán los padres, los compañeros, la Administración a facilitarte o a complicarte la tarea, pero lo primero son los niños y eso está por encima de todo.
He podido ser mejor maestro de lo que he sido, supongo que he podido dar más de lo que soy, imagino que se puede hacer mejor y por supuesto que me he equivocado muchas veces. Pero de lo que estoy seguro es que siempre me preocupé por los pequeños que me tocaron como si fueran hijos míos intentando enseñarles los conocimientos que correspondían y en especial a prepararles para la vida mucho antes de que se llamaran Competencias Básicas o Claves.
Cuando acabé los cursos de Doctorado por el año ochenta y cinco, me ofrecieron comenzar a trabajar en la Universidad en Madrid, incluso fuimos mi flamante mujer y yo un fin de semana a la capital de España para ver el terreno. A la vuelta lo tenía claro, quería ser Maestro, quería ser formador de personas antes que informador.
Para mí eso era lo importante, incluso por encima de los conocimientos y de la información que tarde o temprano iba a llegar si se ha puesto el cimiento de saber buscarla, formar buenas personas, hombres y mujeres que el día de mañana estuviesen preparadas para entender la vida, respetar las diferencias, tener unos valores personales adecuados, tener una opinión y una preparación que les permitiese elegir sin que les engañasen con buenas palabras.
Y termino como Góngora en su soneto con esta son quinientas (las palabras), acabando.