“Entre dos explicaciones, elige la más clara; entre dos formas, la más elemental; entre dos expresiones, la más breve.”
Eugeni d'Ors (1881-1954) Escritor español
Nacido en Mérida (Badajoz), el 5 de septiembre de 1945. Jubilación en los servicios a la administración educativa el 31 de agosto de 2016,
SERVICIOS RECONOCIDOS: 48 AÑOS, 10 MESES Y 22 DÍAS.
TITULOS:
Maestro de Enseñanza Primaria. Licenciado en Filosofía y Letras. División Geografía e Historia. Doctor Geografía e Historia. APTO CUM LAUDE. Profesor de la UNED. 36 años. Publicado varios libros de Historia Contemporánea de España y artículos en revistas profesionales.
Servicios prestados:
22 años, 10 meses y 22 días como maestro.
26 años como Inspector de Educación en los distritos de Badajoz y Mérida desde el año 1990 al 2000 y desde 2012 a 2016 e Inspector adscrito a la Inspección General y Evaluación de la Secretaria General de Educación en Mérida. Desde septiembre del año 2000 a septiembre del año 2012.
REFLEXIONES: Con 49 años de servicios me siento satisfecho con haber sido lo que anhelé ser, y escribiendo estas notas aprovecho para agradecerles a mis maestros y profesores, de quienes tuve la satisfacción de recibir una formación que me ha guiado en mi vida, y aprendí de ellos esa ilustre profesión a la que me encaminaron. Preste mis servicios como maestro, unas veces como director y otras como un funcionario cumplí mis obligaciones, en Mérida y Arroyo de San Serván, volviendo a Mérida, pero sin perder el contacto con la escuela e Instituto en los que adquirí formación, volví a tener responsabilidades, pues en septiembre de 1990 ingresé en Cuerpo de Inspectores de Educación y en el he permanecido hasta el 31 de agosto de 2016.
Después de 49 años de servicio activo dedicados a la función docente, deseo manifestar el profundo respeto, admiración y sentimiento que siento por los maestros y profesores, por esos abnegados hombres y mujeres que pusieron su vida a nuestro servicio, encarrilando la formación y muchas veces hasta la educación, que al final de sus edades se jubilaron, pasando, la mayoría de las veces a ser olvidados, acaso recordando una procesión de párvulos y alumnos novatos que hoy somos hombre, también mayores, y que tal vez hemos olvidado que un día, también ellos, como hoy sus hijos y nosotros, nos poníamos de pie delante del pupitre para saludarles con el mayor respeto a su llegada a clase. ¡Algo olvidado !.
Es verdad que la escuela ha cambiado, porque la sociedad también lo ha hecho. La escuela es fiel reflejo de una sociedad cambiante que viaja a gran velocidad en el vehículo de la vida y muchas veces, para tender a las necesidades del alumnado, no puede hacer las paradas en los lugares donde desearía. Mucho ha cambiado en 50 años.
Se y reconozco que en la enseñanza, en los años de democracia que llevamos, se han producido importantes cambios: cambios en la formación del profesorado, en lo material, en las progresivas mejoras técnicas y metodológicas en el aula, en la preparación pedagógica y social de los profesionales, medios informáticos y, sobre todo, el importante cambio en la percepción social de la función docente, que de una parte se contempla como pilar fundamental del progreso de nuestro país y de otra observamos como los protagonistas de la enseñanza tienen la sensación, de que no son suficientemente valorados y respetados e incluso en algunos casos, los menos, sufren el desdén cuando no el maltrato de alumnos y padres poco comprometidos con la educación.
A pesar de esa actitud desmotivadora a la que me he referido, es muy superior la satisfacción y alegría que sentimos cuando vemos el resultado de nuestra vida docente: alumnos que continúan estudios universitarios, otros que desarrollan sus funciones en la vida laboral e incluso, realizando importantes actividades económicas, sociales y culturales, etc., éxitos al que nosotros como maestros y profesores modestamente de alguna manera hemos contribuido.
A veces llegamos a pensar que la sociedad olvida lo mucho que debe a los docentes, a esos entrañables y abnegados profesores, a esos que nos llevaron de la mano y nos ayudaron a encontrar un sentido a nuestras vidas. Pero una sonrisa o un entrañable saludo de quienes estuvieron en nuestras aulas nos reafirman en la satisfactoria labor.
Hoy, me siento orgulloso de haber contribuido,- junto a otros muchos que nos precedieron, a quienes hoy son homenajeados y a cuantos continúan en las aulas-, a preparar ciudadanos libres, cultos y solidarios y como no a enfrentarse a los contratiempos venideros.
Mis deseos de larga vida para quienes nos vamos y mucho éxito a quienes continúan.