“Tan sólo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él”
Immanuel Kant
Parece que fue ayer, pero… han pasado 42 años desde que inicié esta bendita profesión que me ha colmado de satisfacciones. Comencé en un colegio subvencionado de Mérida para pasar, una vez aprobadas las oposiciones, a mi pueblo natal, Guareña, donde estuve tres años como provisional. Por el concurso de traslados me incorporé por un año a una escuela unitaria en El Bohonal, otro curso en Serradilla (Cáceres) y, finalmente, a La Zarza, lugar donde han transcurrido mis últimos 36 años de docencia.
De todos los lugares mencionados tengo recuerdos muy gratos, en todos ellos me he sentido muy feliz y querido, siempre me he implicado al máximo en la noble tarea del maestro de educar, no solo la de instruir. No obstante, la “niña de mis ojos” es el colegio Nuestra Señora de las Nieves, de La Zarza, donde la longevidad me ha permitido impartir clases tanto a los padres como a sus hijos, con todo lo que conlleva de conocimiento y acercamiento familiar a mi alumnado. Además he tenido la satisfacción de llevar la gestión del centro, tres años como Jefe de Estudios y 29 años como director, ¡toda una vida!, siempre ayudado por unos excelentes profesionales que, más que compañeros, éramos familia. Gracias a todos ellos, hemos logrado involucrar al centro en la gran mayoría de los proyectos innovadores propuestos por la administración educativa (Atenea, Mercurio, Erasmus +, Sección bilingüe, eScholarium, Rebex, Escuela de padres, Revista escolar, Junior Emprende, Segundo idioma,...). No obstante, siempre hay un “deseo no cumplido”, la construcción de un nuevo centro escolar, ¡cuánto me hubiera gustado haber inaugurado ese nuevo colegio! Más de una década luchando por su construcción y…me conformaré de ir de invitado sin poder haber podido trabajar en él.
Ha sido tal la intensidad con la que he vivido mi experiencia docente que, más de una vez, mi familia, “celosa” del tiempo que echaba en la escuela, me decía que me llevase una cama a la misma y así disponer de más tiempo para mi labor.
Ha sido un orgullo dedicarme a esta tarea tan bonita que se ha visto y se ve recompensada cada vez que te encuentras con algún alumno y te saluda con cariño, recordándote que tú fuiste su maestro.
Para concluir, una reflexión que me he hecho muchas veces: “Soy una persona afortunada, he trabajado en la profesión más bonita del mundo, encima me han pagado por ello y ha podido vivir decentemente mi familia”, ¡que más puedo pedir!