“Todo lo que una persona puede imaginar, otros pueden hacerlo realidad.”
Julio Verne (1828-1905) Escritor francés
Nací en Valdecaballeros, en plena Siberia Extremeña.
Como otros niños extremeños, mi vida parecía encaminada al campo. Mi padre era labrador y yo quería ser gañán. Sin embargo, gracias a mis padres, a mi abuelo Juan y al Colegio Menor Santa Ana de Almendralejo, estudié Bachillerato.
De Almendralejo, siempre con beca, pasé a Cáceres, a su recién creada Facultad de Filosofía y Letras. Me atraía la docencia universitaria e hice mi tesis sobre el habla y la cultura popular de mi pueblo; pero, pronto sufrí los tejemanejes del mundillo universitario, así que preparé oposiciones para secundaria, mientras daba clases en una academia emeritense.
En octubre de 1984, un telegrama me comunicó mi primer destino: Ceuta. Mi madre lloró, pero yo fui con muchas ganas. Las clases, sin embargo, con más de cuarenta alumnos, no resultaron fáciles. Por eso, busqué la forma de hacerlas más cercanas y atractivas, uniendo folklore y escuela, intentando que mis alumnos se acercaran a la literatura de tradicional oral y recogieran cuentos, canciones, juegos, creencias…
Aquello fue mi tabla de salvación también en los sucesivos institutos, a los que llegué “en expectativa de destino”: Jumilla (Murcia), Castuera, Don Benito, Fregenal de la Sierra…
En Fregenal, en 1989, vi cumplido un sueño: con otros tres profesores y sesenta alumnos, hicimos una estupenda recopilación de cuentos. Aquel trabajo obtuvo el Premio “García Matos” a la investigación del folklore extremeño, y se publicó con el título de Cuentos populares extremeños y andaluces.
Y, al fin, volví a mi comarca, a Herrera del Duque. Allí he estado 29 años. Como era un instituto de reciente creación, estaba casi todo por hacer. En 1990, con los alumnos de mi tutoría, le pusimos nombre (“Benazaire”), publicamos la primera revista del centro… Por supuesto, nunca dejamos de recopilar materiales; por ej., durante siete cursos, obtuvimos las Ayudas a Programas Culturales y de Investigación convocadas por la Caja de Extremadura.
Y es que cualquier referencia lingüística o literaria me servía de excusa para acercar a mis alumnos a la recogida, voluntaria, de materiales de tradición oral. En unos cursos me funcionaba y en otros no; pero, hoy, en todas mis publicaciones hay materiales recopilados por alumnos.
Lógicamente hay quien critica el uso, a veces abuso, que hacemos de los alumnos, para que recojan materiales que son luego publicados por el profesor. Por eso, solo he publicado materiales cuando se lo he advertido previamente y, además, siempre he indicado en cada texto los datos del informante y los del alumno. Ni siquiera aparezco como autor de los libros, sino como coordinador.
También he disfrutado animando a los profesores a esta labor (con charlas en los CPRs) y devolviendo estos conocimientos a los alumnos (con charlas en colegios e institutos) y a otras personas (con charlas en la mitad de los pueblos extremeños).
En fin, que las satisfacciones que me ha dado la enseñanza secundaria son impagables; así que sigo dando gracias por el bendito día en que tomé aquella decisión.