“He ofendido a Dios y a la humanidad porque mi trabajo no tuvo la calidad que debía haber tenido.”
Leonardo Da Vinci (1452-1519) Pintor, escultor e inventor italiano
Hace 41 años, corría septiembre de 1978, cuando un grupo de jóvenes maestros llegamos a la localidad de Monesterio. Era nuestro primer destino. Allí nos recibió con los brazos abiertos un director y claustro de profesores que no solo nos consideraron compañeros sino también amigos.
Cada tarde en el bar el Puerta del Sol nos juntábamos, muchos, a hablar de la escuela, de nuestros desvelos y nuestras ilusiones. A mí me había correspondido un curso de Preescolar de cuatro y cinco años con 49 niños. Cada día recogía las 49 libretas para ponerles unas muestras o dibujarles conjuntos para que aprendieran los números, hasta que entre varios preparamos la “membrillera” como le decíamos a la imprenta de Freinet y aquello nos dio oportunidad de introducir otros métodos de trabajo ¡Cuánto sabían los compañeros y cuánto nos enseñaron! Preparábamos los pequeños teatros y las canciones que luego representábamos para los demás. Se hablaba de las Escuelas de Verano, de lo avanzadas que eran las escuelas catalanas. Comprábamos las revistas de Reforma en la escuela, los Cuadernos de Pedadogía y soñábamos con cambiar la escuela.
Por supuesto que la escuela cambió y fue para bien, pudimos realizar con nuestro alumnado miles de proyectos de lectura, de teatro, con las matemáticas y con el conocimiento del medio. Poco a poco fuimos teniendo una administración educativa sensible en la que un solo niño era lo suficientemente importante como para que la educación llegara a él donde se encontrara. Aparecieron las compensatorias, los centros de apoyos y recursos en los que pudimos trabajar con jóvenes que habían perdido la ilusión por la educación y volverlos a reinsertar en el sistema educativo o prepararlos para el empleo. La ratio fue bajando, los recursos aumentando y nos encontramos con nuevos retos: La Logse
Nuestro niños comenzaron a marcharse al instituto con 12 años, pero aquello supuso también una etapa apasionante. ¿Cómo organizábamos los contenidos y cómo los repartíamos con el instituto de referencia de nuestros chavales? Había que preparar proyectos compartidos con ellos coordinarnos en metodología, comunicarles su historial en definitiva dejarlos en buenas manos.
En mi último destino encontré lo mejor que se puede tener y fue un equipo de compañeros y familias ilusionados y comprometidos con una escuela de barrio con muchas dificultades, pero con mucho afán de superación y también encontré el reconocimiento de nuestro trabajo desde la administración con algunos premios como el Joaquín Sama y Fomento de la Lectura.
He sido una maestra con suerte, he trabajado con los infantiles, con los de Primaria, con los de la ESO, con adultos, con jóvenes desescolarizados y he participado en la organización de un centro. He sido maestra, secretaria, jefa de estudio y directora. Cada una de las actividades que he realizado me ha hecho aprender muchas cosas, pero me fui de la escuela sabiendo que ignoraba muchas más. Creo que el oficio de maestro es apasionante que se me ha pasado en cuatro días y que he sido muy feliz.