“El que tiene la verdad en el corazón no debe temer jamás que a su lengua le falte fuerza de persuasión.”
John Ruskin (1819-1900) Escritor y sociólogo inglés
QUINIENTAS PALABRAS
Me piden escribir un texto como resumen de toda mi vida dedicada a la enseñanza, pienso que quinientas palabras resultan pocas. Ya se sabe, los maestros somos de verbo fácil y… extenso.
¿Cómo comprimir en ese "corsé" los 39 años 1 meses y 5 días (según mi vida laboral) dedicados a este oficio? Este tiempo contiene tantos instantes colmados de risas, llantos, anécdotas, ilusiones, retos, dificultades, soluciones, cariño, es decir, tanta VIDA…
Llegado a este punto, decido dejarme llevar por los sentimientos que me invaden en este instante de mirar al pasado y sólo se me ocurre una palabra para resumirlos. Esa palabra no es otra que GRACIAS.
GRACIAS a la vida que en un determinado momento me llevó a dedicarme a este oficio tan bonito que me ha permitido vivir yendo al colegio cada día sin sentir que iba a trabajar, sino a disfrutar.
GRACIAS a mis padres pues tuve la suerte de nacer de dos personas que, sin tener más que los estudios básicos, fueron los mejores pedagogos que se pudiera tener, educando a 6 hijos tan distintos, respetando, alentando, corrigiendo a cada uno según su manera de ser. Ellos fueron siempre una inspiración en mi quehacer diario en la escuela.
GRACIAS a todos y cada uno de los maestros y profesores que tuve la oportunidad de disfrutar a lo largo de mis años de aprendizaje y , ya como profesional,como compañeros en la escuela. De todos aprendí pues, eran unos enamorados de su profesión y un magnífico ejemplo.
Y, sobre todo, gracias a "mis niños" tan magníficos y generosos que me obsequiaron con su cariño desinteresado desde el primer momento en que crucé la puerta de un aula hasta el último día que me despedí, con lágrimas, de mi último grupo. Cariño que llegaba a incluirme en sus familias llamándome mamá, tita, tata y ¡hasta abuela! cuando querían preguntar alguna duda en clase.
De todos y cada uno de ellos aprendí. Cada una de esas personitas, o mejor dicho, personas que nos son encomendadas, depositadas en nuestras manos, son todas distintas, bellas y adorables. Requieren y exigen de nuestra maestría y formación continua para ayudarles a desarrollarse respetando sus individualidades.
Gracias, Flori, por ayudarme a desarrollar una paciencia que nunca pensé tener y cuando ya iba a estallar me decías: “Gracias señorita, ya lo entiendo” y me desarmabas.
Gracias Ignacio, 9 años, por esa inolvidable mirada cuando al leer “Lola tiene una pelota” descubriste que una niña que se llamaba Lola y que tenía una pelota, como la tuya, y el abrazo que nos dimos. Ese día aprendiste lo que era leer y yo, lo que era ser feliz en el colegio.
Gracias, José Luis, porque cuando perdiste la audición con 5 años a causa de unos antibióticos, me obligaste a ingeniármelas para que continuaras tu aprendizaje de la lectura y la escritura en aquellos tiempos en que no contábamos con los medios que ahora existen.
Gracias, Tadeo…¡Uff, me pasé!
Imposible en sólo 500 palabras.