“Frecuentemente hay más que aprender de las preguntas inesperadas de un niño que de los discursos de un hombre”
John Locke
Quiero agradecer a la Consejería de Educación el darme la oportunidad de expresar, en estas breves líneas, qué ha significado en mi vida la enseñanza.
Recuerdo aquellas tardes calurosas de verano, en el zaguán de la casa de mis abuelos, mientras los adultos dormían la siesta, mis primos, mi hermana y yo jugábamos a imitar a los mayores: unas veces éramos padres y madres, otras médicos, enfermeras y maestros. Esta última profesión, la ejercíamos con especial interés mi primo, también maestro, y yo.
Siempre, desde pequeña, me marcó la enseñanza. Aquel juego de niños se convirtió en una ilusión, cuando en la adolescencia tuve profesores que acrecentaron en mi la vocación. Caló profundamente en mi interior con tal fuerza que hasta hoy me siento enseñante.
Mi trayectoria profesional, como la de casi todos, se inició con precariedad (sustituciones, interinidades, viajes…) y al final, después de muchos esfuerzos y renuncias, de compaginar el estudio de las oposiciones con clases de diversas materias y mucha carretera, conseguí por fin la titularidad de mi plaza. Algo tan esperado como deseado.
Si vuelvo la vista atrás, en general, el saldo de esta labor educativa ha merecido la pena. Estos años de ejercicio, me han permitido conocer a compañeros extraordinarios y otros que han pasado como el agua por el arroyo.
En el caminar de este sendero difícil y abrupto de la enseñanza, no por ello menos apasionante, he convivido con alumnos de todo tipo y condición, donde he cosechado éxitos y fracasos. Los últimos catorce años de mi actividad, los he desarrollado en el IES San José, en el que he aprendido a adaptar mis objetivos docentes a la realidad socioeconómica del entorno, poniendo en valor aptitudes y comportamientos útiles para la vida. En estas circunstancias de adversidad, es cuando el docente paladea el éxito de un alumno que termina una carrera universitaria o ha conseguido abrirse paso en la vida, llevando en un rincón de su bagaje algunos conocimientos que hemos transmitido en el aula.
Por todo ello, la enseñanza para mí, no solo ha sido un medio de vida sino una forma de vivir que ha formado parte indisoluble de mi existencia.
Doy gracias al cielo porque aquellos juegos infantiles, en esas calurosas tardes de estíos, se convirtieron, para algunos de aquellos niños en una realidad: dedicarse a la ENSEÑANZA. Uno de los pilares fundamentales, hoy dia, de nuestro estado de bienestar social.